miércoles, 11 de noviembre de 2009

Semillas de incertidumbre en el sector asegurador


@S. McCoy - 12/11/2009 Fuente cotizalia.com

Una de las industrias que más desapercibida ha pasado desde el inicio de la crisis en nuestro país, pese a pertenecer al mundo financiero, ha sido la aseguradora. No sin razón. Poco hay aparentemente noticiable en un sector cuya actividad se circunscribe, con carácter general, al mercado nacional; el grueso de su negocio se concentra en productos que podríamos llamar plain vanilla, como pólizas de automóvil, salud o multirriesgo hogar; y no ha entrado en nuevos mercados o figuras que el tiempo ha demostrado peligrosos, caso del reaseguro o las monolines-garantes de rating, figuras más propias del ámbito centroeuropeo y anglosajón.
De hecho, si uno va a las grandes cifras verá pocas razones para la preocupación. A cierre de septiembre el ramo de vida, alrededor del 45% del total, crecía cerca del 5% mientras que el de no vida apenas menguaba un 3%. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy con la que está cayendo, el agregado total daba un incremento global poco superior al 0,5%. Todo razonablemente en orden. Sin embargo, la primera señal de alerta la debería dar el hecho de que mientras que la rentabilidad de vida apenas alcanza el 1% de las provisiones técnicas (en concreto el 0,65%), la del 55% restante multiplica con creces ese retorno, medido en este caso sobre ingresos. Um, el primero sube y el segundo baja… ¿tienen que preocuparse las compañías?
Vayamos al sector de no vida. De sus cuatro grandes áreas de negocio, autos (37% del total) sufre en lo que va de 2009 una reducción de volúmenes del 6,2%, salud (20%) aumenta un 5% su facturación, multirriesgos (otro 20%) lo hace en un 3,3% y el paraguas de Resto cae un 7,5%. Mientras la desaceleración de este último puede tener una vinculación con la evolución económica de España, al estar en gran medida unido al devenir de su actividad empresarial, es en los seguros de automóviles donde la contracción del negocio es más sorprendente toda vez que no se ha producido una reducción del parque automovilístico nacional.
¿Qué está ocurriendo? El mercado se está rompiendo. El aterrizaje de nuevos actores que aprovechan la Red para comercializar directamente sus pólizas, ahorrándose por tanto ese 12% de media de comisión que las firmas tradicionales pagan a los intermediarios, agentes y corredores, ha provocado una guerra de precios que está actuando directamente contra los márgenes de un subsector que se había acostumbrado a los días de vino y rosas de gran parte de esta década, cuando disfrutaron de márgenes técnicos brutos históricamente altos, superiores en algún ejercicio al 15%. Una pelea por la nueva producción (decremento de la prima media) que afecta a la cartera actual (que se queda desfasada en precio) lo que, a su vez, incrementa el ratio de anulaciones, especialmente de los mejores clientes. Se llega en ocasiones a una subtarificación de las nuevas pólizas o a un underwriting del riesgo peligrosos que, a futuro, pueden pasar factura.
El resultado es que, si uno compara las cuentas agregadas de resultados de 2007 y 2009, comprueba cómo el nivel de primas emitidas se mantiene mientras que las imputadas (extrapolando en este ejercicio los datos a junio) se contraen cerca del 4%; cómo ese impacto en ingresos provoca que el coste de la siniestralidad, aunque en términos globales no haya crecido como consecuencia del menor uso del coche que provoca la crisis y las nuevas normas de tráfico, pasa del 74% al 77,5% -ojo, con una desmontaje de provisionamiento para prestaciones del 5,5%, sin el cual se dispararía hasta el 83%-; cómo dado que los ingresos por inversiones y los gastos de explotación se mantienen estables, el resultado bruto final se reduce del 13% al 10% sobre facturación, con aportaciones extras, y hasta el 5% sin ellas. ¿Cuánto durará el colchón de la recuperación de las provisiones para poder seguir tirando de él? Esa es la pregunta del millón.
Aunque algunos grupos como Groupama, Allianz, Liberty... han creado sus filiales de directo para adecuarse a la nueva competencia sin canibalizar su negocio actual, el problema es que gran parte del sector va por detrás de esta realidad. No sólo erróneamente percibe la nueva situación como meramente circunstancial, hasta el punto de que no duda en comprar carteras a través del canal tradicional cuando se ponen a tiro (mejor pagar comisiones más altas por el nuevo negocio que subtarificar riesgos) en lugar de centrarse en la mejora de la satisfacción del cliente vivo, sino que ha carecido de los reflejos suficientes como para llevar a cabo los ajustes necesarios para adecuarse a la nueva realidad, prueba de lo cual es el sostenimiento de sus gastos operativos en el tiempo alrededor del 18% de las ventas. Dada la ausencia de lealtad del cliente que en autos va a precio, la convergencia natural será hacia el retorno del comercializador directo y no al revés. La línea de beneficio/pérdida en la que se mueven volverá a ser muy fina. Más les vale ponerse las pilas antes de que sea demasiado tarde.

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